Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) revelaba en 2011 un dato escalofriante: en España hay 517.000 niños que son víctimas habituales de violencia a causa del maltrato que sus padres ejercen contra sus madres. Calculaban que el 10,9 por ciento de las mujeres habían sufrido alguna vez agresiones a lo largo de su vida. Además estiman que unos 800.000 niños estarían presenciando actualmente, y con cierta regularidad, la aplicación de patrones violentos.
Sobre los menores tiene una doble cara negativa: por un lado, su autoestima y dignidad personal quedan tocados para siempre. Pero también pensando egoístamente en la sociedad, por lo que ese daño tiene de semilla más violencia, cuando aquella víctima vulnerable se convierta en adulto y esté en condiciones de hacer con otros los que le hicieron a él.
Esto no significa que todos los que padecen maltrato infantil vayan a convertirse en psicópatas cuando sean adultos, pero si esta condición se da junto a posible problema mental o alguna lesión cerebral a lo largo de su vida , las probabilidades de ser violento son mayores.
¿Cómo no ponemos remedio ya, y con urgencia, a esta auténtica sangría emocional? ¿Cómo se puede mirar hacia otro lado cuando estamos incrustando en nuestra sociedad la auténtica violencia?
